Cayetano Martínez de Irujo acusa al Rey Emérito de dar impunidad a Urdangarin
Cayetano Martínez de Irujo, hijo de la fallecida Duquesa de Alba, es otro de los rostros populares que han opinado sobre la resolución del ‘Caso Nóos’. Aprovechando su visita al programa de Susana Griso, ‘Espejo Público’ -donde colabora eventualmente-, el aristócrata confesó conocer a Iñaki Urdangarin antes de que saltara toda la trama.
«Quedamos a comer en Barcelona dos veces y me ofreció entrar en una de sus sociedades, una ONG para niños discapacitados. Me quería en calidad de consejo de asesor», declara Cayetano. Reconoce no sentir el férreo sentido monárquico de su familia, tan arraigado. Se define como alguien más libre, independiente y justo.
Iñaki Urdangarin saliendo de los Juzgados de Palma / Gtres
«En esas comidas vi a un Iñaki muy osado. En el sentido de que estaba muy crecido. Estoy hablando únicamente del lado humano, no haré leña del árbol caído. Yo sólo conocía a la infanta, a él de nada», prosigue el amazona. Su actitud ante esas comidas era de prudencia y cautela, pues asegura no gustarle juzgar: «He sido tan mal juzgado siempre que no me gusta juzgar la primera vez. Lo que pasa es que en la segunda ocasión lo vi demasiado ocaso para mi prudencia. Me informé y ya entonces me llegaron cosas que no me gustaron», subraya.
No siente remilgos en confesar que el cuñado del actual Rey Felipe VI «se ha pasado tres pueblos porque se le han dado armas para hacerlo, ahí la culpa la tiene el Rey Emérito». Es el resultado, según él, de «dejar correr a las personas impunemente».
Cayetano se asombró al ver su nombre, junto al de Montserrat Caballé, en el periódico ‘El Mundo’ relacionándolo con la fundación de Urdangarin: «Me sorprendió porque yo ya le había dicho que no estaba interesado, y no le di permiso para que pusiera mi nombre», se sincera.
También retrata a la Infanta Cristina como una mujer que ha vivido siempre en una burbuja, bien protegida por un marido y una corona: «Entiendo por eso que siga defendiendo a su marido. Antes las Casas Reales vivían en un mundo diferente, hasta que se dieron, y nos dimos todos, una paliza de realidad», remacha.